La silicolonización del mundo, de Éric Sadin, Caja negra, Buenos Aires, 2018.

Como un certero golpe al pecho, que te deja sin aliento hasta que empezás a digerir de qué está hecho el golpe, ¿de bits, cotidianos y constantes?. Hasta que empezás a ver que hay luz fuera de la caverna-dispositivo, ¿y te aferrás a ese viejo objeto aún llamado libro que te enceguece y te fascina?. Tenemos un nuevo ensayo de Éric Sadin, un pensador francés que viene investigando, desde la primera década del siglo XXI, esa extrañeza de ser que deviene de la subjetividad digitalizada, cada vez más in extremis. Ya lo había hecho con La humanidad aumentada, también editado por Caja negra en su imprescindible colección para pensarnos en el siglo XXI «Futuros próximos», donde nos pone en sobreaviso de la emergencia de una suerte de humanidad paralela, algorítimica y artificial, que pone en agonía el antropocentrismo, dándole lugar a una organización de la información (y su flujo inconmensurable de datos, y los actos que de ahí devengan) cada vez con menor soberanía de decisión tanto individual como colectiva, ¿acaso Matrix ya llegó?. Y como «el futuro llegó hace rato», Sadin continúa investigando, hacia atrás, y nos inocula nuevamente otra perspectiva: veamos, y tratemos de entender, a Silicon Valley, ciudad de California cuna de las tecnologías digitales más innovadoras y exitosas a escala mundial (Google, Apple, Facebook, Uber, Netflix, etc.). Porque es desde ahí, incluso desde la contracultura californiana de fines del ’60 (beatniks, ácidos y rock incluídos), desde donde se comienza a perfilar la nueva forma de colonización del siglo XXI, donde más allá de un modelo económico, unívoco e instalado a escala planetaria luego de la globalización y de la consolidación de la economía del dato, lo que se busca instaurar es un modelo civilizatorio basado en la organización algorítimica de la sociedad, que trae aparejada la prescindencia de nuestro poder de decisión. Sólo una cita motivadora: «La extensión de los sensores sobre nuestras superficies corporales, domésticas y profesionales, cruzada con la potencia de la inteligencia artificial, constituye el horizonte industrial principal de nuestra época y de la tercera década del siglo XXI. No hay límites a la puesta en datos del mundo y a los usos de ello que se podrían concebir (…) Vivimos el tiempo eufórico de una economía digital en pleno despliegue destinada a monetizar cada circunstancia espaciotemporal singular.» Y así, con cada dispositivo-extensión pudiendo informar y manipular sobre gustos, ubicaciones e incluso acciones, el siglo XXI replantea el concepto Vigilar y castigar (tan físico) de Michel Foucault frente al nuevo Vigilar y entretener (tan algorítmico), que Éric Sadin desmenuza en su poderosa cronología analítica de Silicon Valley.

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Libros novedades, libros extrañezas, libros de luminosa potencia, libros de huidizas asociaciones, libros de un eterno instante de lectura, libros estrellas, que resaltan momentáneamente del universo escaldado físico y se muestran en fugacidad virtual, destacándose, emergiendo, brotando, desparramándose. Eso es una saliente escaldada.