Junil en tierra de bárbaros

de Joan-Lluis Lluis

publicado por Sigilo .

A veces nos pasa: al terminar de leer una novela queremos volver a leerla.

 A veces, incluso, lo hacemos.

Llegamos a la palabra FiN y sin embargo algo no nos alcanza. O a la inversa, algo perdura, latente, respirante. Una necesaria revisita; una vuelta de regreso a lo conocido, pero no por comodidad, sino para conocer más y mejor. Una experiencia de relectura espiralada, que se nos impone, suavemente.

¿Por qué sucede eso? ¿De dónde viene esa necesidad de volver? ¿Es el libro? ¿Somos nosotrxs? ¿Es un contexto? Como sea, da igual, porque esa vuelta de lectura, tan marcadamente fresca, nos derrama aún más -¡¿Cómo lo hacés Junil?!- constantes satisfacciones pendulares de trama y poesía.

Junil en tierra de bárbaros es una novela de caminos, de aventuras, de iniciación, de aprendizaje. También es una novela sobre el lenguaje, sobre la poesía, sobre las identidades, sobre las desdichas y las templanzas, sobre las valentías y sobre el amor. Una novela de pobres y potentes personajes, de trama simple, de lenguaje bellamente parco, que, sin embargo, va calando su profunda extrañeza con el recorrido de cada página.

Es una novela fábula (con un comienzo inquietantemente fabulesco: “Una vez había un hombre que despreciaba a su hija”) y una novela de representación histórica (un momento en el imperio romano; un Ovidio desterrado; un Jesucristo naciente, remoto, aún ignoto; una Europa pre Europa).

Es una novela grupal, de fugitivxs, de desprecios, desconfianzas y amistades. Una novela de márgenes y de exilios, de anhelos y mentiras. De paisajes y de pre-libros (o de textos-artefactos que pueden viajar y transmitirse). De sexualidades y virginidades, de amores reales y amores idealizados. De Ovidio, y con él la poesía, y con ella lxs poetas, y entonces el lenguaje, la identidad, las confusiones comunicacionales, el aprendizaje y los sueños.

Coeditada por Club Editor y Sigilo, la edición que leemos por aquí tiene dos grandes aciertos editoriales: una es la muy buena traducción de Edgardo Dobry, ya que el idioma original de la novela es el catalán (Joan-Lluís Lluís es de Perpignan, una ciudad que sin estar en la línea punteada del mapa político de los estados, entiende muy bien los conceptos de frontera y de márgenes). Y el otro gran acierto, en la edición argentina, es la delicadeza poética y sensible en tapas e interiores de Mariana Ruiz Johnson.

«He hecho una novela libertaria en la Roma imperial» dicen que dice el autor (quién ganó en el 2021 el premio Ómnium a la mejor novela escrita en catalán). Puede ser cierto, y sin embargo, nada de todo esto parece que nos alcanza. ¿Por qué volvemos, inmediatamente, a leerla? Estando ya al final de la segunda lectura no lo sabemos del todo. Pero de seguro hay algo cautivante en su narrativa y en su delicado uso del lenguaje para darle forma. Junil tiene un tono ondulante, móvil, un vaivén de frontera, que viaja página a página entre lo que se dice y lo que no, entre la delicadeza y lo grotesco, entre lo real y lo simbólico, entre lo histórico y lo apócrifo, entre la comunicación y la parquedad, entre el bajón y la esperanza, entre el salmo y la oralidad. Y en ese andar bamboleante construye una literatura que probablemente logra su equilibrio porque el balance siempre se mueve, como Junil, que no se detiene. Y por eso, tal vez, un final no le alcanza.

Joan Lluís-Lluís

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Libros novedades, libros extrañezas, libros de luminosa potencia, libros de huidizas asociaciones, libros de un eterno instante de lectura, libros estrellas, que resaltan momentáneamente del universo escaldado físico y se muestran en fugacidad virtual, destacándose, emergiendo, brotando, desparramándose.

Eso es una saliente escaldada.