Atrapa el pez dorado

Meditación, conciencia y creatividad

David Lynch

Mondadori
Buenos Aires, 2009

Este libro extraño –y podemos preguntarnos retóricamente qué otra cosa se podría esperar viniendo de David Lynch– puede remover diversas capas de nuestra conciencia racional y de nuestra corteza espiritual. El corazón del libro es sin dudas la meditación, como acto vital y cotidiano, como estímulo de autoconexión diario para permitirnos desarrollar con mayor capacidad y claridad nuestra vida, nuestra creatividad. Los círculos concéntricos narrativos de ese corazón se arman a partir de las anécdotas

David Lynch

cinematográficas, que se van deslizando casi cronológicamente. Pero cuando decimos anécdotas cinematográficas no nos referimos sólo a chusmeríos de filmación o de postproducción. Hay algunas de esas historias breves, y algunas deliciosas por cierto, aunque Lynch también nos habla, en esos brevísimos fragmentos que componen el libro, de experiencias amplias de su vida. De cómo empieza a meditar, por supuesto, pero también reflexiona permanentemente sobre el acto creativo, las nuevas tecnologías, cómo interiorizarse en los personajes, cómo construir el clima de las escenas, y a la larga de los proyectos fílmicos. Por momentos parece un libro de máximas, o de salmos, o de iluminaciones. Por momentos nos cuenta cómo es trabajar con el músico Angelo Badalamenti, nos habla sobre la magia del fuego, o de las particularidades de la madera. Nos habla del cine de Willy Wilder, de Fellini o de Stanley Kubrick; de los sueños, del dormir, de las texturas, de la intuición y del trabajo. De las reflexiones arquitectónicas de los escenógrafos, de Yoghis, del éxito y del fracaso, de drogas y música, de paz y de luz. Y de cine, y entonces ahí están sus palabras sobre algunas de sus creaciones, sobre Cabeza borradora, Twin peaks, Carretera perdida, Mulholland drive y la de momento última Inland empire, cociendo un entramado narrativo-cronológico a esta especie de libreta de apuntes sobre la vida creadora que nos ofrece Lynch.
Y en esa amplitud de sentido el libro es por momentos generoso y por momentos parco. Lynch nos cuenta lo justo y necesario que él creerá conveniente, y al igual que en sus películas, genera momentos calientes y expectantes y, tantas veces, de final abrupto e interrogante.
Por eso probablemente no sea el mejor libro para conocer a David Lynch sin haber visto alguna de sus películas previamente. Pero seguramente será un librazo si viste y disfrutaste –o lo estás haciendo en este momento– del Cine de Lynch.

lópez