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Ocio, de Fabián Casas,
Su comienzo tan anti novela de aventura, tan anti novela de aprendizaje (“Yo estoy, desde hace meses, hundido en el ocio. Como, cago, duermo; soy una biología que no tiene rumbo”) parece escrito en la pandemia. Pero se apunta, sin embargo, veinte años atrás, en los inicios del ovillo generacional de una literatura del yo (amplio y hermoso ovillaje de autores y libros, que irá agrandándose con el correr literario de los primeros lustros del siglo XXI): una literatura de autoreferencias, de fuerte anclaje urbano, mundana, cotidiana, sin fantasías, más compacta, más desganada y, paradójicamente, altamente social. Una literatura del yo que enuncia desde un mundo sin rumbo.
Ocio también marca inicios para el escritor en que devendrá Fabián Casas. Una literatura que ya define un modo narrativo discreto, de amistosa parquedad y quejosa descripción, veteado de barrio, de literaturas varias y de músicas universales. Boedo será el teatro principal, cruzado por personajes que también irán y vendrán por ese escenario en sucesivos relatos posteriores.
Ocio también es una novela sobre padres (de tango, maletín y peine) e hijos (entre el rock y la campera). Como un Turguenev porteño y melanco, con un Winco en la vereda, donde, mientras adentro se comprime y descompone el universo familiar, afuera se expande y se condensa el mundo propio con algunos discos, algunos libros, algunas drogas y algunos amigos. Pequeños rumbos de supervivencia, antes de que la desazón nos quite también la biología.
La primera edición, del 2000, fue editada por José Luis Mangieri (el gran editor independiente con maletín que le dio espacio al joven con campera), en Libros de tierra firme. La segunda, acompañada de otro relato Veteranos del pánico, fue bellamente editada en el 2006 por Miguel Villafañe en Santiago Arcos (hoy gran parte de la obra de Fabián está planetizada, pero aún disponemos de algunos ejemplares de esta segunda bella edición).
Ideal para pandemiarla en Boedo durante la siesta del DÍA del PADRE.
Fabían Casas y José Luis Mangieri en la
estación de Retiro
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